El suicidio de la patria

La batalla estaba perdida (desde antes de empezar, realmente), así que no quedaba mucho por hacer. Sin pensarlo más, Juan Escutia tomó la bandera mexicana, la sostuvo como paracaídas, y se lanzó a planear al vacío. Al ir cayendo, sintió de pronto una forma caer junto con él, y al voltear, descubrió que era ni más ni menos que la Patria (¿o se dirá la Matria? Bueno, eso). -Este… Oiga, disculpe que le pregunte, pero ¿porqué se aventó también de las alturas? ¿Tratando de escapar del ejército gringo?— pregunta de lo más propio el cadete. -No, no para escapar de un enemigo extranjero, sino para huir de un enemigo interno que me tiene harta –responde la Patria con el pelo flameando en el aire— ¡Es que ya no aguanto a los malos mexicanos! Por eso preferí aventarme junto contigo, niño soldado. -¿Los malos mexicanos? Se refiere sin duda al general Santanna y muchos de sus generales, que hasta mis compañeros, que aún son cadetes, se dan cuenta de lo ineptos y corruptos que son... -Parecidos, muy parecidos… pero no. Me refiero a los partidos políticos, sus dirigentes, y los que fungen como diputados y senadores, o sea los legisladores. ¡Ya son una carga muy pesada! -Ah, los diputados y senadores –dice Escutia esquivando con movimientos ágiles las balas—¿Los legisladores son esos que aprueban leyes necesarias para el beneficio de la población, verdad? -¡Exacto! ¡Bien dicho! Cómo se ve que aún no existe el SNTE de la Gordillo y no te han echado a perder… -Pues bien –continúa la Matria o la Patria— estos vividores se la pasan de saltimbanquis de un cargo a otro, siempre procurando subir en la escala del poder, rebosando de canonjías, pero sin aprobar nada de lo necesario para que el país se adecue a los nuevos tiempos y pueda así avanzar y mejorar. -Bueno, en estos tiempos la cosa no es tan diferente –comenta el nayarita— Habrá de saber que en plena guerra contra un país invasor, varios de nuestros estados no quisieron prestar sus ejércitos, porque los “guardaron” para la guerra interna entre mexicanos. Ya sabe, liberales contra conservadores, centralistas contra federalistas, en fin. Y así nos está yendo. -Ay sí, lo sé, y sé que voy a terminar cortada a la mitad por eso y muchas otras ineficiencias más. ¡Qué horror, atrapada entre la partidocracia indigna del siglo XXI, y estos tipejos del 47! Por eso me dieron ganas de aventarme contigo, así por lo menos no caigo sola. -Un placer descender acompañado por usted. ¿No le hace que yo sólo sea un mito? -De ninguna manera, Juanito. A veces pienso que yo, como país, también sólo eso soy.

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